Mediterranean feeling

4 Mar

Nunca me he considerado patriota, ni chovinista, ni nacionalista,… me ha gustado lo mío, las cosas de la tierra en que he nacido, muchas de sus costumbres y tradiciones, elementos que uno reconoce y con los que se identifica, a veces de forma positiva, otras no tanto… pero también me atraen las cosas de otras tierras, las que evidencian la diferencia.

Hoy, por aquello de recuperar esas cosas de la tierra que nos vio nacer -y también, para celebrar que se acabó el cursillo de esta semana- Guille se ha metido en la cocina para hacer un arroz caldoso: pollo, verduras -las que se pueden, que la huerta valenciana no está muy presente en los supermercados daneses-, romero y colorante traído desde casa.

A la mesa estábamos la delegación española de la casa y Fede, un amigo erasmus italiano que lleva unos días viviendo en casa: tras dejar la residencia de la universidad a finales de enero (sólo ha venido para un semestre) ha ido cargando con sus trastos de una casa a otra. Estos últimos días, antes de su partida mañana, se ha quedado en nuestra casa que nunca esta vacía… afortunadamente tenemos camas de sobra para poder hacer de este piso un lugar de acogida a quien se presenta -con tanto internacional presente espero que las autoridades danesas no lo confundan con un piso patera-.

Tras la comida, Guille -el cocinero jefe- y yo nos hemos puesto a explicar como se hace el arroz caldoso a Fede -un gran apasionado de la cocina y genial cocinero-, de ahí hemos pasado a la paella, a las relaciones culinarias mediterráneas, a aquella paradoja de que los hombres siempre han estado fuera de la cocina menos cuando se trataba de grandes platos -paella, barbacoa-, al cómo se pasan los conocimientos en la cocina de generación a generación en nuestros países -aquella odiada frase de «sé cuando está el arroz a ojo»-,… hemos ido creando una serie de vínculos entre nuestras diferentes formas de cocinar, entre las costumbres y tradiciones tan similares entre las distintas orillas de un mismo mar que de nuevo nos han vuelto a llevar a carcajadas y a la conclusión del Mediterranean feeling.

El Mediterranean feeling -sentimiento mediterráneo- es algo que descubrimos en el viaje hacia Oslo, cuando la furgoneta no avanzaba y hubimos de parar en un taller de Suecia a que le echaran un vistazo, el taller era Mercedes y la furgoneta Volkswagen, los mecánicos se negaban a comprobar que pasaba porque decían que tenían sistemas electrónicos diferentes y no podían hacer nada. Nosotros insistíamos en que simplemente era necesario que probasen, que la intentaran acelerar, que escuchasen el motor, que «feel the van» -sentir la furgoneta-. Aquellos mecánicos hacían muy bien su papel de suecos e intentaban que nos fuéramos, nos miraban atónitos ante nuestras peticiones de «feel the van», no entendían aquello de sentir el vehículo… al final, por nuestra pesadez y por que nos fuéramos aceptaron a echar un vistazo diciendo que no era nada importante. No supieron sentir la furgoneta, pues al final resultó que el turbo estaba roto -y recorrimos 300 kilómetros por el páramo sueco a una media de 50km/h-… pero de aquella anécdota resultó una forma de entender las cosas, una forma de hacer muy nuestra, muy mediterránea: el feeling -sentimiento-.

Tras aquél vinieron otros muchos «feelings», fuimos encontrando muchos ejemplos que ilustraban esa forma de hacer tan mediterráneamente nuestra… en el relacionarse con los otros, en el sentimiento de culpa siempre presente, en necesitar la aceptación social para todo, en las relaciones de género, en la visión cerrada del mundo,…

Hace unos días empecé a ver con Noél la saga de El Padrino, que muestra lo peor cara de dos culturas: la mediterránea (con la importancia de la familia, la religión, el honor social, la prepotencia, la posición dominante del hombre, del patriarca, la corrupción asumida,…) y la americana (el interés económico por encima de todo, el clientelismo, el mirar por los intereses de uno mismo, la corrupción de jueces y policías). Allí se muestra de forma cruda y real la peor cara de la forma de hacer Mediterránea.

Por el contrario, en la distancia uno también recuerda esas costumbres de vida de calle -sobretodo ahora, a las puertas de marzo cuando en Valencia el calor empieza a ser presente, la gente en manga corta, el olor a pólvora-, de relacionarse con cualquiera, de las largas horas de conversación a una mesa y a una copa de vino, de ese sentir tan cercano.

Decía al principio del texto que no soy patriota, ni chovinista, ni nacionalista,… espero seguir sin serlo, pero eso no me llevará a olvidar esa forma de hacer tan nuestra, esa facilidad de construir vínculos con el resto. En este camino he conocido a alguna gente -entre ellos Fede- con la que he aprendido la mejor cara de ese tan nuestro Mediterranean feeling.

2 respuestas to “Mediterranean feeling”

  1. sara 4 marzo, 2011 a 18:35 #

    ¡Qué grande eres! Eso es auténtica atención a la diversidad: disfrutar de lo nuevo, la gente, los sitios… Valorar lo distinto como riqueza sin perder referencias.
    Yo… ¿por qué te quiero tanto?

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