No solo de bibliotecas vive el hombre

14 Feb

Esta mañana, tras conseguir despegarme las sábanas y darme una ducha he cogido la bicicleta y he enfilado en dirección a la biblioteca Black Dyamond. Pero al llegar a la esquina en que mi calle se encuentra con la plaza de la iglesia y la Universidad de Derecho, me ha picado la curiosidad por descubrir ese curioso edificio gótico que alberga una biblioteca a través de cuyos increíbles ventanales he visto decenas de veces al andar por la calle altísimas estanterías con libros y escaleras de madera (como esas de película), ladrillo antiguo caravista y cúpulas con frescos.

Un par de veces había intentado acceder, pero siempre había encontrado las puertas bloqueadas y letreros donde se leía que el acceso se restringía a estudiantes de tesis. Por ello, y también por el hecho de nos ser estudiante de la Universidad de Copenhagen, nunca me había atrevido a preguntar. Hoy lo he vuelto a intentar, y tras intentar acceder por un par de puertas que he encontrado bloqueadas y con lector de tarjetas para abrir he encontrado a una señora de la limpieza a quien he preguntado por el acceso y sin mediar apenas palabra a pasado la tarjeta por el lector, a tecleado un código en un panel y me ha abierto la puerta.

Al entrar me he encontrado con el silencio limpio de un lugar de estudio, sólo roto por el crujir de la madera que iba pisando y una estampa excepcional:

He husmeado por los pasillos y he visto que cada mesa tenía un montón de apuntes, con libros, bolígrafos y distintos enseres personales (algunas con pañuelos, mantas o almohadones). Me temo que cada estudiante debe tener asignada una mesa. Tras recorrer varios pasillos me he sentado en una que he encontrado vacía, intentando pasar desapercibido lo más posible.

Quizá parezca, por el contenido de mis últimos escritos, que desde mi desembarco en Copenhagen sólo frecuento bibliotecas. He de decir que lo hago con mayor asiduidad que anteriormente, disfruto del silencio de estos lugares, de la dificultad para distraerse y la productividad del tiempo en que estoy en estos lugares, pero no dudéis de que mi vida por Dinamarca sigue tan variada como antes.

El pasado miércoles por la noche fui con los compañeros del piso al cumpleaños de Stine, una danesa muy amigable y guapísima que conocimos hace un par de semanas. La fiesta fue curiosa, era en una residencia cerca de los lagos, en la cocina-salón del edificio habían organizado una reunión de daneses para celebrar sus 23 años. Al llegar nos quedamos sorprendidos por el poco griterío del lugar, todos sentados en mesitas conversando y comiendo pasteles. Nosotros, algo apartados, tardamos un poco en conectar con el resto… aunque ya se sabe que tras un par de cervezas todo fluye más fácilmente. La fiesta fue mejorando con el paso de la noche: cantamos -o mejor, intentamos cantar- ‘cumpleaños feliz’ en danés, y luego también en castellano y catalán, rompimos una piñata, bailamos un poco y luego nos fuimos a Rust, una discoteca donde había un concierto de Hip-Hop.

Al día siguiente acudí a las clases: comenzaba el curso de Global Political Economy, que parece bastante interesante, y luego comenzamos con las propuestas de proyectos, aunque aún hay que madurar las ideas. Por la noche salimos a tomar algo con la gente de clase y demás amigos al Mojo, un bar donde cada jueves se celebran Jam Sessions, actuaciones donde cada músico acude por libre y se forman grupos curiosos sobre el escenario.

El viernes fue el turno de una nueva sesión de biblioteca, esta vez en la de Norreport, donde terminé el libro de David Trueba que estaba leyendo, «Saber Perder». Por la noche me fui a cenar al piso de Marc y luego nos fuimos de fiesta a la universidad de la CSS. Cabe decir que valió la pena y trataré de averiguar las fiestas de esta universidad para próximas visitas, pues están, casi, al nivel de las fiestas de la Universidad de Roskilde. Aunque eso sí, hay que hacerse con una pulsera que te acredite como estudiante de esta universidad, pero eso el viernes no fue mucho problema.

El fin de semana se resume en paseos en bicicleta, merienda en casa de Miriam, salida de cervezas, visita a un extraño museo de arte moderno en una antigua iglesia y sesión nocturna de la gala de los goya. Que deja el twitter hirviendo y una larga lista de películas por ver. Sensacional el discurso de Alex de la Iglesia, abierto a los tiempos y a los cambios necesarios. Se va el director, esperemos que se quede su esencia al frente de la Academia.

Ah, he empezado a leer «El mundo amarillo», de Albert Espinosa. Un libro con muy buena pinta y del que temo que voy a extraer importantes lecciones. Veremos.

5 respuestas to “No solo de bibliotecas vive el hombre”

  1. Syra 17 febrero, 2011 a 20:14 #

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  2. Syra 17 febrero, 2011 a 20:15 #

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  5. Jorge 20 febrero, 2011 a 14:05 #

    How meny books are in the library and how big is it?

    PS: Jorge Escuela2

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